lunes, 11 de abril de 2011

EL LIBRO DE JADE

Aqui us deixo una imatge, que es pot fer gran si cliqueu a damunt, dels protas del trosset de llibre que vaig penjar ahir, es titula la hermandad de la daga negra: amante oscuro, dema ja en parlarem en mes profunditat i us deixare un link de descarrega.

Avui un trosset del principi del llibre : EL LIBRO DE JADE el primer de una saga de llibres sobre vampirs i homes llop... romantica, emocionant i amb molta sang i lluita... grrrr, us deixo aquí el link de descarrega... per favor si us el descargueu dieumeu k me fara ilusio xD  http://www.megaupload.com/?d=CGA6WIM9

En aquest trosset ell la secuestre pensant-se que es l'assessina que es dedica a matar als de la especia pero en realitat ella no sap res i es verge.. el tio no su creu i se la tire... xD

 
Llegó al triángulo de rizos negro y deslizó el dedo corazón entre la hendidura.
Tocó inevitablemente el punto donde ellos estaban tan íntimamente unidos, donde él estaba tan placenteramente tenso como una lanza enterrado en ella. De visualizar esa imagen, creció un poquito más en su interior.
Eileen siseó del dolor. Esa mujer lo percibía todo. Iba a ser una amante excelente. Amante no, concubina, tuvo que obligarse a recordar.
Ella ya no lloraba abiertamente, lo hacía en silencio.
Abrió la palma sobre el triángulo azabache, marcándolo como suyo y cambió de dedo. El pulgar se deslizó en círculos sobre su clítoris, mientras que el corazón le separaba un poco los labios vaginales y los frotaba. Caleb tocaba y palpaba con el pulgar la protuberancia que sabía que dispararía su placer.
Eileen sintió que se relajaba, pero ella no quería relajarse. Caleb estaba concentrado en ella. Todavía no se había movido desde que se había sumergido en su interior hasta el final. La miraba a la cara con una intensidad propia de un felino a punto de comerse a su presa. Eileen sentía toda la envergadura de Caleb dentro de ella. Todo su peso y su altura sobre ella. Lo sentía caliente e intimidante. Cernió la mirada en los ojos de Caleb, que la miraba de igual modo y, por un momento, por un segundo intensamente turbador, el mundo se paralizó y ambos fueron plenamente conscientes el uno del otro. Como si realmente encajaran a la perfección como pareja, como hombre y mujer. La sensación fue tan inquietante y contradictoria que Eileen tuvo que apartar la mirada de él.
Ese hombre cruel y vanidoso se había metido en su interior como si realmente fuera su amo y ahora la miraba como un tesoro digno de proteger. No la iba a engañar. Ella se violentó e intentó apartarse cuando él empezó a acariciarla con más intensidad.
Su cuerpo se tensaba. Podía sentir una humedad latente recorriendo su útero para dar encuentro al miembro de Caleb. Ya estaba lubricando. Su clítoris, hinchado, duro y resbaladizo. Era inevitable si él seguía acariciándola de ese modo. ¿Por qué su cuerpo le traicionaba así con el vampiro?
Él respiraba entrecortadamente y apretaba la mandíbula. Ya podía empezar a deslizarse. Ya podía obtener lo que quería de ella.
Caleb colocó la mano libre para apresar la cintura de Eileen. Se deslizó hacia fuera casi por completo para luego volver a introducirse en una larga e interminable embestida.
Eileen gimió echando la cabeza hacia atrás. Los músculos de ella se distendían poco a poco dejando que él llegara donde deseara. Eileen apretó los dientes y tiró de la correa del cinturón que tenia por encima de la cabeza y le sujetaba los brazos. Aquel dedo hiperactivo le estaba haciendo estragos. No paraba de moverse y ella cada vez estaba más resbaladiza. Y más avergonzada por la respuesta de su cuerpo.
—Buena chica —le dijo él embistiéndola más intensamente. —Haré que te guste, ya lo verás.
¿Por qué no se callaba y la dejaba tranquila?
El placer de estar dentro de ella era algo nuevo para Caleb. En sus largos años de vida había tenido miles de relaciones con mujeres, pero nada se asemejaba a lo que era estar con Eileen. Ella intentaba aceptarlo aunque él fuera su enemigo. Quería dejarle pasar y eso a él lo tenía loco. ¿Todavía confiaba en él? Si levantaba la mirada y la veía a ella todavía con esperanzas de encontrar algo bueno en él, no la compartiría con los demás. Si veía en esos desgarradores ojos azules que lo miraban un poco de fe en él, no la entregaría al clan. Se la quedaría él y punto.
Perdió el hilo de los pensamientos cuando ella soltó un gemido ronco. Bien. Empezaba a gustarle lo que él le hacía y eso lo complacía. Dejó de excitarla con el dedo y pasó esa mano por detrás de las caderas para apresar las nalgas con las dos manos y levantarlas hacia él.
Ella cerró los ojos. Dios, así lo sentía. Como se clavaba más profundamente... ¿Hasta dónde podría llegar? Eileen no podía creer que aquel acto fuera tan intenso. Si seguía así, arrasaría todo lo que encontrara por su paso. La arrasaría a ella.
Caleb iba a verlo todo rojo en cuestión de segundos. El ritmo era incendiario, le quemaba por dentro y por fuera.
Eileen quería reprimir sus gemidos apretando los labios, hundiendo su cara en el pecho de él, pero era incapaz. Empezaba a gemir descontroladamente. Caleb, a pesar de su crueldad, se había apoderado de su cuerpo y ella debía ser honesta y ceder a ello. No tenía ningún control.
Él abusaba de ella. Abusaba de su experiencia para darle más placer del que jamás se había imaginado, abusaba de su cuerpo más grande para poder cernirse al suyo más pequeño, abusaba de su poder para dominarla y hacer que ella lo deseara. Porque Eileen lo deseaba como el aire para respirar. Y su anhelo lo tenía que estar provocando ese vampiro crudo y duro que tenía sobre ella porque, si no era así, si su reacción no estaba siendo inducida, si esa reacción era natural... entonces ella tenía un grave problema. Síndrome de Estocolmo.
Le quemaba la vagina, el bajo vientre, la piel... Quería romper el cinturón y agarrarse ella misma al cabecero de la cama. No iba a aguantarlo mucho más. Pronto llegaría al clímax.
Sus ojos empezaron a nublarse y la cabeza le dio vueltas. Cerró los ojos para centrarse en las sensaciones de sentirlo a él dentro de ella, moviéndose ahora de dentro hacia fuera, ahora en círculos, ahora más rápido, luego lento y profundo. El dolor aparecía como un pequeño eco al final de cada embestida, pero se mezclaba con el placer. El conjunto que formaban ambas sensaciones era turbador.
Miró a Caleb un instante. Era tan hermoso. Y era tan cruel. Y ya no aguantaba más.
—Para, por favor... —pidió ella contra su hombro. Era lo único que acertó a susurrar, su cerebro apenas funcionaba. Estaba entregada al acto sexual que Caleb le infligía. Sentía que iba a desmayarse.
—No puedo... Yo no... Lo siento, Eileen, pero no puedo... —alargó los colmillos y las pupilas se le dilataron. ¿Cómo iba a detenerse ahora sumido en el placer más tormentoso y sensual que había sentido jamás?
Estaba fuera de sí. La embistió con más rudeza. La cama bamboleaba de un lado al otro. Él estaba encajado hasta el límite: el glande tocaba el cérvix de ella y lo estimulaba.
—No, Caleb. Creo... creo que voy a... —tuvo que morderse el labio para no gritar a pleno pulmón.
—Sí... —le susurró él abriendo los labios sobre el pulso de su garganta. —Vamos Eileen—la animó moviendo las caderas más rápido. —Déjate llevar... Va a ser bueno, ya verás...
—No —gritó. —Por Dios...
Ella tensó la espalda arqueándola por completo, elevó las caderas para encontrarlo y echó la cabeza hacia atrás lanzando un largo gemido. Se estaba corriendo.
Caleb perdió el control. Sintió cómo los músculos de ella lo engullían hacia dentro, como se contraían y lo apretaban masajeándolo hasta volverle loco. Llegó al orgasmo con ella. Mientras la cabalgaba rugió echando la cabeza hacia atrás, dejando que su melena negra acariciara sus hombros. Abrió la boca, miró el cuello expuesto de Eileen y le clavó los dientes aprovechando el largo orgasmo que sentían los dos. Ella era suya en cuerpo y mente.

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