martes, 12 de abril de 2011

AMANTE DESPIERTO



LLIBRE: la hermandad de la daga negra : amante despierto

Aquest es el tercer llibre de la saga , Zadist es un tio bastant atormentat i amb cicatrius i la tia es una nena bona per diru aixi... i ell es una bestia xd  el meu preferit per cert!

si voleu els llibres estan tots per descarregar al google i si no demaneumels a mi!


Bella miró la cara de Zsadist mientras la llevaba a través de la habitación. Sus ojos negros eran angostas rendijas, una oscura, erótica ansia brillaba en ellos. Mientras la dejaba sobre la cama y miraba hacia su cuerpo, ella tuvo el claro pensamiento de que iba a comerla viva.
Excepto que sólo se inclinó sobre ella.
—Arquea la espalda para mí —pidió.
Ok… no era lo que ella esperaba.
—Arquea la espalda, Bella.
Sintiéndose extrañamente expuesta, hizo lo que le pedía, levantando su cuerpo sobre el colchón. Mientras ella se movía en la cama, miró al frente de sus calzoncillos. Su erección dio un tirón violento, y la idea de que iba a estar pronto dentro de ella la ayudó a relajarse.
Él se inclinó y rozó uno de sus pezones con sus nudillos.
—Quiero esto en mi boca.
Una deliciosa ansia arraigó en ella.
—Entonces bésalo.
—Shh. —El nudillo viajó por en medio sus senos y bajó al estómago. Se detuvo cuando llegó al ombligo. Con su dedo índice trazó un círculo pequeño alrededor del ombligo. Entonces se detuvo.
—No pares —gimió ella.
No lo hizo. Bajó más hasta que rozó la cima de su hendidura. Ella se mordió el labio y tensó el cuerpo, aquel enorme guerrero, con todos esos músculos duros totalmente. Dios… Ella estaba realmente preparada para él.
—Zsadist
—Voy a bajar sobre ti. Y entonces no seré capaz de detenerme. —Con la mano libre acarició sus labios, como si estuviera imaginándose el acto—. ¿Estás preparada para dejarme hacerlo?
—Si…
Él trazó con un dedo el lado desfigurado de su boca mientras acariciaba su abertura.
—Desearía tener algo de mejor aspecto que ofrecerte. Porque tú vas a ser perfecta ahí abajo. Lo sé.
Ella odió la vergüenza que vino con su orgullo.
 —Yo creo que lo eres.
—Tienes una última oportunidad para decirme que no, Bella. Si no lo haces ahora mismo, voy a estar sobre todas tus partes. No voy a parar, y no creo que pueda ser gentil.
Ella mantuvo los brazos lejos de él. Él asintió una vez, como si hubieran hecho alguna especie de pacto, y entonces fue al final de la cama.
—Separa las piernas. Quiero verte.
Un rubor nervioso se extendió sobre ella.
Él sacudió la cabeza.
—Demasiado tarde, Bella. Ahora… es demasiado tarde. Muéstrame.
Lentamente ella levantó una de sus rodillas y se fue revelando gradualmente.
Su rostro se enterneció, la tensión y la dureza salieron de él.
—Oh… Dios… —susurró él—. Eres… hermosa.
Inclinándose con los brazos, acechó por la cama hacia su cuerpo, con los ojos fijos en su piel secreta como si nunca hubiera visto algo así. Cuando acabó su recorrido, sus anchas manos allanaron el camino levantándole los muslos, abriéndolos incluso más.
Pero entonces frunció el cejo y la miró.
—Espera, se supone que tengo que besarte en la boca primero, ¿no? Quiero decir, los hombres empiezan por arriba y van trabajando hacia abajo, ¿no lo hacen así?
Qué extraña pregunta… como si él nunca lo hubiera hecho así.
Antes de que ella pudiera contestar él comenzó a retroceder, así que ella se incorporó y capturó su cara entre sus manos.
—Puedes hacerme cualquier cosa que quieras.
Los ojos de él destellaron y mantuvo su posición por una fracción de segundo.
Entonces él se abalanzó sobre ella, bajándola a la cama. Su lengua se disparó en su boca y enredó las manos en el pelo, tirando en ella, arqueándola, atrapándole la cabeza. El hambre en él era feroz, la necesidad de sexo engrosaba la sangre de un guerrero. Él iba a tomarla con toda la fuerza que tenía, y ella iba a estar dolorida cuando la usara. Dolorida y totalmente en éxtasis. Ella no podía esperar.
De repente, él se paró y se apartó de su boca. Respiraba profundamente y tenía ruborizadas las mejillas cuando la miró a los ojos.
Y entonces le sonrió.
Ella estaba tan sorprendida que no supo qué hacer. Nunca había visto esa expresión en su cara antes, y el levantamiento de su boca eliminaba la deformación en el labio superior, luciendo los dientes brillantes y los colmillos.
—Me gusta esto —dijo él—. Tú debajo de mí… te siento bien. Eres suave y tibia. ¿Peso demasiado? Aquí, déjame…
Cuando se sostuvo con los brazos, su excitación presionó contra el centro de ella y su sonrisa se convirtió rápidamente en una respiración entrecortada. Era como si no le gustara la sensación, pero ¿cómo podía ser eso? Él estaba excitado. Ella podía sentir su erección.
Con un ágil movimiento él se recolocó de forma que las piernas de ella quedaron cerradas y sus rodillas a cada lado de ellas. Ella no podía adivinar lo que había pasado, pero a cualquier sitio a donde hubieran ido sus pensamientos, no era un buen lugar.
—Eres perfecto encima de mí —dijo para distraerlo—. Excepto por una cosa.
—¿Qué?
—Te has parado. Y quítate los calzoncillos.
Su peso bajó sobre ella inmediatamente y su boca fue a un lado del cuello. Cuando le pellizcó la piel, ella bajó la cabeza a la almohada y descubrió la columna de su garganta. Agarrándolo por la parte de atrás de la cabeza, lo urgió contra su vena.
—Oh, si… —gimió ella, queriendo que él se alimentara.
—Arqueó la espalda y vio como sus ojos se clavaban en sus pechos. —Bésame, Zsadist. Justo dónde estás mirando. Justo ahora.
Sus labios se separaron, y su lengua siguió su camino mientras se inclinaba. Su boca era cálida sobre su piel, y tan vacilante, besando, para después aspirar el pezón dentro de ella. Él tiró, después recorrió un lánguido círculo alrededor, después lo llevó dentro de nuevo… y todo el tiempo sus manos le acariciaban la cintura, las caderas y las piernas.
Qué irónico que estuviera preocupado por no ser gentil. Lejos de ser brutal, era positivamente reverente mientras se amamantaba, sus pestañas sobre las mejillas mientras la saboreaba, su cara adorable y absorta.
—Cristo —murmuró él moviéndose hacia el otro pecho—. No tenía ni idea de que pudiera ser así.
—¿Cómo… así? —Oh, Dios… Su boca…
—Podría lamerte para siempre.
Ella le agarró la cabeza con las manos, acercándolo más. Y le llevó algún contorneo, pero consiguió sacar una de sus piernas de debajo de él de forma que estaba casi enterrado en la cuna de su cuerpo. Se moría por sentir su excitación, excepto que él sólo se cernía sobre ella.
Cuando él se apartó protestó, pero sus manos fueron al interior de sus muslos y se movió para bajar sobre su cuerpo. Cuando él se separó las piernas, el colchón empezó a temblar bajo ella.
Todo el cuerpo de Zsadist temblaba mientras la miraba.
—Eres tan delicada… y brillas.
El primer movimiento de su dedo bajando hacia su centro casi la lanzó al final. Cuando ella dejó escapar un ronco sonido, sus ojos llamearon fijos en los de ella y maldijo.
—Maldita sea, No sé lo que estoy haciendo. Estoy intentando ser cuidadoso.
Ella lo tomó de la mano antes de que pudiera apartarla.
—Más…
Él pareció dudar por un momento. Entonces la tocó de nuevo.
—Eres perfecta. Y Dios, eres suaves. Tengo que saber...
Él se inclinó, los hombros se le tensaron duramente. Ella sintió un roce de terciopelo.
Sus labios.
Ésta vez cuando ella saltó en la cama y dijo su nombre, él sólo presionó otro beso sobre ella de nuevo, y después de eso, el húmedo golpe de su lengua. Cuando él levantó la cabeza y tragó, el gruñido de éxtasis que hizo casi le para el corazón. Sus ojos se encontraron.
—Oh… Jesús… eres deliciosa —dijo él, bajando de nuevo su boca.
Él se extendió en la cama, pasándole los brazos por debajo de las rodillas y desbordando el espacio entre sus muslos… un hombre que no iba a ir a ningún sitio durante mucho tiempo. Su aliento era cálido y necesitado, la boca hambrienta y desesperada. Él la exploró con una obligación erótica, lamiendo y tentando con la lengua, chupando con los labios.
Cuándo sus caderas embistieron, colocó uno de sus brazos sobre su estómago, reteniéndola en el sitio. Ella dio tumbos otra vez y él se detuvo sin levantar la cabeza.
—¿Estás bien? —preguntó él, la áspera voz amortiguada, las palabras vibrando en su centro.
—Por favor… —Era lo único que le vino a la mente.
El se echó hacia atrás un poco, y todo lo que ella pudo hacer fue mirar los labios brillantes y pensar en dónde habían estado.
—Bella, no creo que pueda parar. Hay un… rugido en mi cabeza diciéndome que mantenga mi boca en ti. ¿Cómo puedo hacer esto… bueno para ti?
—Hazme… acabar —dijo ella con voz ronca.
El parpadeó como si lo hubiera sorprendido.
—¿Cómo te hago correrte?
—Simplemente sigue haciendo lo que estás haciendo. Sólo que más rápido.
El aprendió con mucha rapidez mientras descubría lo que le hacía volverse salvaje, y fue despiadado una vez que descubrió cómo darle un orgasmo. La impulsó duramente, mirando como ella estallaba una vez, dos veces… muchas veces. Fue como si se alimentara de su placer y fuera insaciable.
Cuando él levantó finalmente la cabeza, ella estaba sin energía.
Él la miró seriamente.
—Gracias.
—Dios… Soy yo la que debería estar diciendo eso.
Él sacudió la cabeza.
—Le has permitido a un animal estar en tu parte más hermosa. Soy el único que debe sentir gratitud.
Él se apartó de su cuerpo, con aquel rubor todavía en las mejillas. Aquella erección aún tensa.
Ella le tendió los brazos.
—¿Dónde vas? No hemos acabado.
Cuando él vaciló, ella recordó. Rodó sobre su estómago y se puso a gatas, una oferta descarada. Cuándo él no movió, miró hacia atrás. Él había cerrado los ojos como si sufriera, y eso la confundió.
Sagrado… Moisés. ¿Podía él ajustarse?
Sus manos temblaban mientras enganchaba los pantalones bajo las pesas gemelas debajo de su erección. Entonces inclinó su cuerpo, posicionándose en su centro.
Cuándo ella extendió la mano para acariciarlo, él se alejó de un tirón lejos.
—¡No! —Cuando ella reculó, él maldijo—. Lo siento… Mira, sólo deja que yo me ocupe de esto
Él movió sus caderas adelantándolas y ella sintió la cabeza roma y caliente contra ella. Le pasó una mano por debajo de una de las rodillas y le extendió más la pierna; entonces se introdujo un poco, después un poco más. Mientras el sudor cubría todo su cuerpo, una oscura esencia llegó hasta su nariz. Por un momento, ella se preguntó si…
No, no podía estar uniéndose a ella. No estaba en su naturaleza.
—Dios... eres tan ajustada —refunfuñó él—. Oh… Bella, No quiero despedazarte.
—Sigue entrando. Sólo ve despacio.
Su cuerpo se agitó bajo la presión y el estiramiento. Incluso estando tan preparada, él era una invasión, pero ella lo adoró, especialmente cuando el aliento de él explotó saliendo del pecho y tembló. Cuándo estuvo completamente adentro, su boca se abrió, con los colmillos alargándose por el placer que él sentía.
Ella deslizó las manos por sus hombros, sintiendo los músculos y la calidez de él.
—¿Está todo bien? —preguntó él a través de los dientes apretados.
Bella le oprimió un beso a un lado del cuello y giró las caderas. Él siseó.
—Hazme el amor—dijo ella.
El gimió y empezó a moverse como una gran onda encima de ella, con esa parte gruesa y dura de él acariciando su centro.
—Oh, mierda… —Él dejó caer la cabeza en su cuello. Su ritmo se intensificó, su aliento salía con fuerza, precipitándose en su oído—. Bella… mierda, me temo que… pero no puedo… parar…
Con un gemido él se sostuvo sobre los brazos y permitió a sus caderas balancearse libremente, cada empuje clavándola contra ella, empujándola más arriba en la cama. Ella se agarró a sus muñecas para mantener su cuerpo en su lugar bajo el asalto. Mientras él golpeaba, ella pudo sentir como se acercaba al límite de nuevo, y cuanto más rápido iba él, más se acercaba ella.
El orgasmo estalló en su centro, después le atravesó el cuerpo, la fuerza que se extendió por ella fue infinitamente amplia y prolongada. Las sensaciones duraron una eternidad, las contracciones de sus músculos internos se aferraban a la parte de él que la penetraba

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