martes, 12 de abril de 2011

AMANTE DESPIERTO



LLIBRE: la hermandad de la daga negra : amante despierto

Aquest es el tercer llibre de la saga , Zadist es un tio bastant atormentat i amb cicatrius i la tia es una nena bona per diru aixi... i ell es una bestia xd  el meu preferit per cert!

si voleu els llibres estan tots per descarregar al google i si no demaneumels a mi!


Bella miró la cara de Zsadist mientras la llevaba a través de la habitación. Sus ojos negros eran angostas rendijas, una oscura, erótica ansia brillaba en ellos. Mientras la dejaba sobre la cama y miraba hacia su cuerpo, ella tuvo el claro pensamiento de que iba a comerla viva.
Excepto que sólo se inclinó sobre ella.
—Arquea la espalda para mí —pidió.
Ok… no era lo que ella esperaba.
—Arquea la espalda, Bella.
Sintiéndose extrañamente expuesta, hizo lo que le pedía, levantando su cuerpo sobre el colchón. Mientras ella se movía en la cama, miró al frente de sus calzoncillos. Su erección dio un tirón violento, y la idea de que iba a estar pronto dentro de ella la ayudó a relajarse.
Él se inclinó y rozó uno de sus pezones con sus nudillos.
—Quiero esto en mi boca.
Una deliciosa ansia arraigó en ella.
—Entonces bésalo.
—Shh. —El nudillo viajó por en medio sus senos y bajó al estómago. Se detuvo cuando llegó al ombligo. Con su dedo índice trazó un círculo pequeño alrededor del ombligo. Entonces se detuvo.
—No pares —gimió ella.
No lo hizo. Bajó más hasta que rozó la cima de su hendidura. Ella se mordió el labio y tensó el cuerpo, aquel enorme guerrero, con todos esos músculos duros totalmente. Dios… Ella estaba realmente preparada para él.
—Zsadist
—Voy a bajar sobre ti. Y entonces no seré capaz de detenerme. —Con la mano libre acarició sus labios, como si estuviera imaginándose el acto—. ¿Estás preparada para dejarme hacerlo?
—Si…
Él trazó con un dedo el lado desfigurado de su boca mientras acariciaba su abertura.
—Desearía tener algo de mejor aspecto que ofrecerte. Porque tú vas a ser perfecta ahí abajo. Lo sé.
Ella odió la vergüenza que vino con su orgullo.
 —Yo creo que lo eres.
—Tienes una última oportunidad para decirme que no, Bella. Si no lo haces ahora mismo, voy a estar sobre todas tus partes. No voy a parar, y no creo que pueda ser gentil.
Ella mantuvo los brazos lejos de él. Él asintió una vez, como si hubieran hecho alguna especie de pacto, y entonces fue al final de la cama.
—Separa las piernas. Quiero verte.
Un rubor nervioso se extendió sobre ella.
Él sacudió la cabeza.
—Demasiado tarde, Bella. Ahora… es demasiado tarde. Muéstrame.
Lentamente ella levantó una de sus rodillas y se fue revelando gradualmente.
Su rostro se enterneció, la tensión y la dureza salieron de él.
—Oh… Dios… —susurró él—. Eres… hermosa.
Inclinándose con los brazos, acechó por la cama hacia su cuerpo, con los ojos fijos en su piel secreta como si nunca hubiera visto algo así. Cuando acabó su recorrido, sus anchas manos allanaron el camino levantándole los muslos, abriéndolos incluso más.
Pero entonces frunció el cejo y la miró.
—Espera, se supone que tengo que besarte en la boca primero, ¿no? Quiero decir, los hombres empiezan por arriba y van trabajando hacia abajo, ¿no lo hacen así?
Qué extraña pregunta… como si él nunca lo hubiera hecho así.
Antes de que ella pudiera contestar él comenzó a retroceder, así que ella se incorporó y capturó su cara entre sus manos.
—Puedes hacerme cualquier cosa que quieras.
Los ojos de él destellaron y mantuvo su posición por una fracción de segundo.
Entonces él se abalanzó sobre ella, bajándola a la cama. Su lengua se disparó en su boca y enredó las manos en el pelo, tirando en ella, arqueándola, atrapándole la cabeza. El hambre en él era feroz, la necesidad de sexo engrosaba la sangre de un guerrero. Él iba a tomarla con toda la fuerza que tenía, y ella iba a estar dolorida cuando la usara. Dolorida y totalmente en éxtasis. Ella no podía esperar.
De repente, él se paró y se apartó de su boca. Respiraba profundamente y tenía ruborizadas las mejillas cuando la miró a los ojos.
Y entonces le sonrió.
Ella estaba tan sorprendida que no supo qué hacer. Nunca había visto esa expresión en su cara antes, y el levantamiento de su boca eliminaba la deformación en el labio superior, luciendo los dientes brillantes y los colmillos.
—Me gusta esto —dijo él—. Tú debajo de mí… te siento bien. Eres suave y tibia. ¿Peso demasiado? Aquí, déjame…
Cuando se sostuvo con los brazos, su excitación presionó contra el centro de ella y su sonrisa se convirtió rápidamente en una respiración entrecortada. Era como si no le gustara la sensación, pero ¿cómo podía ser eso? Él estaba excitado. Ella podía sentir su erección.
Con un ágil movimiento él se recolocó de forma que las piernas de ella quedaron cerradas y sus rodillas a cada lado de ellas. Ella no podía adivinar lo que había pasado, pero a cualquier sitio a donde hubieran ido sus pensamientos, no era un buen lugar.
—Eres perfecto encima de mí —dijo para distraerlo—. Excepto por una cosa.
—¿Qué?
—Te has parado. Y quítate los calzoncillos.
Su peso bajó sobre ella inmediatamente y su boca fue a un lado del cuello. Cuando le pellizcó la piel, ella bajó la cabeza a la almohada y descubrió la columna de su garganta. Agarrándolo por la parte de atrás de la cabeza, lo urgió contra su vena.
—Oh, si… —gimió ella, queriendo que él se alimentara.
—Arqueó la espalda y vio como sus ojos se clavaban en sus pechos. —Bésame, Zsadist. Justo dónde estás mirando. Justo ahora.
Sus labios se separaron, y su lengua siguió su camino mientras se inclinaba. Su boca era cálida sobre su piel, y tan vacilante, besando, para después aspirar el pezón dentro de ella. Él tiró, después recorrió un lánguido círculo alrededor, después lo llevó dentro de nuevo… y todo el tiempo sus manos le acariciaban la cintura, las caderas y las piernas.
Qué irónico que estuviera preocupado por no ser gentil. Lejos de ser brutal, era positivamente reverente mientras se amamantaba, sus pestañas sobre las mejillas mientras la saboreaba, su cara adorable y absorta.
—Cristo —murmuró él moviéndose hacia el otro pecho—. No tenía ni idea de que pudiera ser así.
—¿Cómo… así? —Oh, Dios… Su boca…
—Podría lamerte para siempre.
Ella le agarró la cabeza con las manos, acercándolo más. Y le llevó algún contorneo, pero consiguió sacar una de sus piernas de debajo de él de forma que estaba casi enterrado en la cuna de su cuerpo. Se moría por sentir su excitación, excepto que él sólo se cernía sobre ella.
Cuando él se apartó protestó, pero sus manos fueron al interior de sus muslos y se movió para bajar sobre su cuerpo. Cuando él se separó las piernas, el colchón empezó a temblar bajo ella.
Todo el cuerpo de Zsadist temblaba mientras la miraba.
—Eres tan delicada… y brillas.
El primer movimiento de su dedo bajando hacia su centro casi la lanzó al final. Cuando ella dejó escapar un ronco sonido, sus ojos llamearon fijos en los de ella y maldijo.
—Maldita sea, No sé lo que estoy haciendo. Estoy intentando ser cuidadoso.
Ella lo tomó de la mano antes de que pudiera apartarla.
—Más…
Él pareció dudar por un momento. Entonces la tocó de nuevo.
—Eres perfecta. Y Dios, eres suaves. Tengo que saber...
Él se inclinó, los hombros se le tensaron duramente. Ella sintió un roce de terciopelo.
Sus labios.
Ésta vez cuando ella saltó en la cama y dijo su nombre, él sólo presionó otro beso sobre ella de nuevo, y después de eso, el húmedo golpe de su lengua. Cuando él levantó la cabeza y tragó, el gruñido de éxtasis que hizo casi le para el corazón. Sus ojos se encontraron.
—Oh… Jesús… eres deliciosa —dijo él, bajando de nuevo su boca.
Él se extendió en la cama, pasándole los brazos por debajo de las rodillas y desbordando el espacio entre sus muslos… un hombre que no iba a ir a ningún sitio durante mucho tiempo. Su aliento era cálido y necesitado, la boca hambrienta y desesperada. Él la exploró con una obligación erótica, lamiendo y tentando con la lengua, chupando con los labios.
Cuándo sus caderas embistieron, colocó uno de sus brazos sobre su estómago, reteniéndola en el sitio. Ella dio tumbos otra vez y él se detuvo sin levantar la cabeza.
—¿Estás bien? —preguntó él, la áspera voz amortiguada, las palabras vibrando en su centro.
—Por favor… —Era lo único que le vino a la mente.
El se echó hacia atrás un poco, y todo lo que ella pudo hacer fue mirar los labios brillantes y pensar en dónde habían estado.
—Bella, no creo que pueda parar. Hay un… rugido en mi cabeza diciéndome que mantenga mi boca en ti. ¿Cómo puedo hacer esto… bueno para ti?
—Hazme… acabar —dijo ella con voz ronca.
El parpadeó como si lo hubiera sorprendido.
—¿Cómo te hago correrte?
—Simplemente sigue haciendo lo que estás haciendo. Sólo que más rápido.
El aprendió con mucha rapidez mientras descubría lo que le hacía volverse salvaje, y fue despiadado una vez que descubrió cómo darle un orgasmo. La impulsó duramente, mirando como ella estallaba una vez, dos veces… muchas veces. Fue como si se alimentara de su placer y fuera insaciable.
Cuando él levantó finalmente la cabeza, ella estaba sin energía.
Él la miró seriamente.
—Gracias.
—Dios… Soy yo la que debería estar diciendo eso.
Él sacudió la cabeza.
—Le has permitido a un animal estar en tu parte más hermosa. Soy el único que debe sentir gratitud.
Él se apartó de su cuerpo, con aquel rubor todavía en las mejillas. Aquella erección aún tensa.
Ella le tendió los brazos.
—¿Dónde vas? No hemos acabado.
Cuando él vaciló, ella recordó. Rodó sobre su estómago y se puso a gatas, una oferta descarada. Cuándo él no movió, miró hacia atrás. Él había cerrado los ojos como si sufriera, y eso la confundió.
Sagrado… Moisés. ¿Podía él ajustarse?
Sus manos temblaban mientras enganchaba los pantalones bajo las pesas gemelas debajo de su erección. Entonces inclinó su cuerpo, posicionándose en su centro.
Cuándo ella extendió la mano para acariciarlo, él se alejó de un tirón lejos.
—¡No! —Cuando ella reculó, él maldijo—. Lo siento… Mira, sólo deja que yo me ocupe de esto
Él movió sus caderas adelantándolas y ella sintió la cabeza roma y caliente contra ella. Le pasó una mano por debajo de una de las rodillas y le extendió más la pierna; entonces se introdujo un poco, después un poco más. Mientras el sudor cubría todo su cuerpo, una oscura esencia llegó hasta su nariz. Por un momento, ella se preguntó si…
No, no podía estar uniéndose a ella. No estaba en su naturaleza.
—Dios... eres tan ajustada —refunfuñó él—. Oh… Bella, No quiero despedazarte.
—Sigue entrando. Sólo ve despacio.
Su cuerpo se agitó bajo la presión y el estiramiento. Incluso estando tan preparada, él era una invasión, pero ella lo adoró, especialmente cuando el aliento de él explotó saliendo del pecho y tembló. Cuándo estuvo completamente adentro, su boca se abrió, con los colmillos alargándose por el placer que él sentía.
Ella deslizó las manos por sus hombros, sintiendo los músculos y la calidez de él.
—¿Está todo bien? —preguntó él a través de los dientes apretados.
Bella le oprimió un beso a un lado del cuello y giró las caderas. Él siseó.
—Hazme el amor—dijo ella.
El gimió y empezó a moverse como una gran onda encima de ella, con esa parte gruesa y dura de él acariciando su centro.
—Oh, mierda… —Él dejó caer la cabeza en su cuello. Su ritmo se intensificó, su aliento salía con fuerza, precipitándose en su oído—. Bella… mierda, me temo que… pero no puedo… parar…
Con un gemido él se sostuvo sobre los brazos y permitió a sus caderas balancearse libremente, cada empuje clavándola contra ella, empujándola más arriba en la cama. Ella se agarró a sus muñecas para mantener su cuerpo en su lugar bajo el asalto. Mientras él golpeaba, ella pudo sentir como se acercaba al límite de nuevo, y cuanto más rápido iba él, más se acercaba ella.
El orgasmo estalló en su centro, después le atravesó el cuerpo, la fuerza que se extendió por ella fue infinitamente amplia y prolongada. Las sensaciones duraron una eternidad, las contracciones de sus músculos internos se aferraban a la parte de él que la penetraba

lunes, 11 de abril de 2011

EL LIBRO DE JADE

Aqui us deixo una imatge, que es pot fer gran si cliqueu a damunt, dels protas del trosset de llibre que vaig penjar ahir, es titula la hermandad de la daga negra: amante oscuro, dema ja en parlarem en mes profunditat i us deixare un link de descarrega.

Avui un trosset del principi del llibre : EL LIBRO DE JADE el primer de una saga de llibres sobre vampirs i homes llop... romantica, emocionant i amb molta sang i lluita... grrrr, us deixo aquí el link de descarrega... per favor si us el descargueu dieumeu k me fara ilusio xD  http://www.megaupload.com/?d=CGA6WIM9

En aquest trosset ell la secuestre pensant-se que es l'assessina que es dedica a matar als de la especia pero en realitat ella no sap res i es verge.. el tio no su creu i se la tire... xD

 
Llegó al triángulo de rizos negro y deslizó el dedo corazón entre la hendidura.
Tocó inevitablemente el punto donde ellos estaban tan íntimamente unidos, donde él estaba tan placenteramente tenso como una lanza enterrado en ella. De visualizar esa imagen, creció un poquito más en su interior.
Eileen siseó del dolor. Esa mujer lo percibía todo. Iba a ser una amante excelente. Amante no, concubina, tuvo que obligarse a recordar.
Ella ya no lloraba abiertamente, lo hacía en silencio.
Abrió la palma sobre el triángulo azabache, marcándolo como suyo y cambió de dedo. El pulgar se deslizó en círculos sobre su clítoris, mientras que el corazón le separaba un poco los labios vaginales y los frotaba. Caleb tocaba y palpaba con el pulgar la protuberancia que sabía que dispararía su placer.
Eileen sintió que se relajaba, pero ella no quería relajarse. Caleb estaba concentrado en ella. Todavía no se había movido desde que se había sumergido en su interior hasta el final. La miraba a la cara con una intensidad propia de un felino a punto de comerse a su presa. Eileen sentía toda la envergadura de Caleb dentro de ella. Todo su peso y su altura sobre ella. Lo sentía caliente e intimidante. Cernió la mirada en los ojos de Caleb, que la miraba de igual modo y, por un momento, por un segundo intensamente turbador, el mundo se paralizó y ambos fueron plenamente conscientes el uno del otro. Como si realmente encajaran a la perfección como pareja, como hombre y mujer. La sensación fue tan inquietante y contradictoria que Eileen tuvo que apartar la mirada de él.
Ese hombre cruel y vanidoso se había metido en su interior como si realmente fuera su amo y ahora la miraba como un tesoro digno de proteger. No la iba a engañar. Ella se violentó e intentó apartarse cuando él empezó a acariciarla con más intensidad.
Su cuerpo se tensaba. Podía sentir una humedad latente recorriendo su útero para dar encuentro al miembro de Caleb. Ya estaba lubricando. Su clítoris, hinchado, duro y resbaladizo. Era inevitable si él seguía acariciándola de ese modo. ¿Por qué su cuerpo le traicionaba así con el vampiro?
Él respiraba entrecortadamente y apretaba la mandíbula. Ya podía empezar a deslizarse. Ya podía obtener lo que quería de ella.
Caleb colocó la mano libre para apresar la cintura de Eileen. Se deslizó hacia fuera casi por completo para luego volver a introducirse en una larga e interminable embestida.
Eileen gimió echando la cabeza hacia atrás. Los músculos de ella se distendían poco a poco dejando que él llegara donde deseara. Eileen apretó los dientes y tiró de la correa del cinturón que tenia por encima de la cabeza y le sujetaba los brazos. Aquel dedo hiperactivo le estaba haciendo estragos. No paraba de moverse y ella cada vez estaba más resbaladiza. Y más avergonzada por la respuesta de su cuerpo.
—Buena chica —le dijo él embistiéndola más intensamente. —Haré que te guste, ya lo verás.
¿Por qué no se callaba y la dejaba tranquila?
El placer de estar dentro de ella era algo nuevo para Caleb. En sus largos años de vida había tenido miles de relaciones con mujeres, pero nada se asemejaba a lo que era estar con Eileen. Ella intentaba aceptarlo aunque él fuera su enemigo. Quería dejarle pasar y eso a él lo tenía loco. ¿Todavía confiaba en él? Si levantaba la mirada y la veía a ella todavía con esperanzas de encontrar algo bueno en él, no la compartiría con los demás. Si veía en esos desgarradores ojos azules que lo miraban un poco de fe en él, no la entregaría al clan. Se la quedaría él y punto.
Perdió el hilo de los pensamientos cuando ella soltó un gemido ronco. Bien. Empezaba a gustarle lo que él le hacía y eso lo complacía. Dejó de excitarla con el dedo y pasó esa mano por detrás de las caderas para apresar las nalgas con las dos manos y levantarlas hacia él.
Ella cerró los ojos. Dios, así lo sentía. Como se clavaba más profundamente... ¿Hasta dónde podría llegar? Eileen no podía creer que aquel acto fuera tan intenso. Si seguía así, arrasaría todo lo que encontrara por su paso. La arrasaría a ella.
Caleb iba a verlo todo rojo en cuestión de segundos. El ritmo era incendiario, le quemaba por dentro y por fuera.
Eileen quería reprimir sus gemidos apretando los labios, hundiendo su cara en el pecho de él, pero era incapaz. Empezaba a gemir descontroladamente. Caleb, a pesar de su crueldad, se había apoderado de su cuerpo y ella debía ser honesta y ceder a ello. No tenía ningún control.
Él abusaba de ella. Abusaba de su experiencia para darle más placer del que jamás se había imaginado, abusaba de su cuerpo más grande para poder cernirse al suyo más pequeño, abusaba de su poder para dominarla y hacer que ella lo deseara. Porque Eileen lo deseaba como el aire para respirar. Y su anhelo lo tenía que estar provocando ese vampiro crudo y duro que tenía sobre ella porque, si no era así, si su reacción no estaba siendo inducida, si esa reacción era natural... entonces ella tenía un grave problema. Síndrome de Estocolmo.
Le quemaba la vagina, el bajo vientre, la piel... Quería romper el cinturón y agarrarse ella misma al cabecero de la cama. No iba a aguantarlo mucho más. Pronto llegaría al clímax.
Sus ojos empezaron a nublarse y la cabeza le dio vueltas. Cerró los ojos para centrarse en las sensaciones de sentirlo a él dentro de ella, moviéndose ahora de dentro hacia fuera, ahora en círculos, ahora más rápido, luego lento y profundo. El dolor aparecía como un pequeño eco al final de cada embestida, pero se mezclaba con el placer. El conjunto que formaban ambas sensaciones era turbador.
Miró a Caleb un instante. Era tan hermoso. Y era tan cruel. Y ya no aguantaba más.
—Para, por favor... —pidió ella contra su hombro. Era lo único que acertó a susurrar, su cerebro apenas funcionaba. Estaba entregada al acto sexual que Caleb le infligía. Sentía que iba a desmayarse.
—No puedo... Yo no... Lo siento, Eileen, pero no puedo... —alargó los colmillos y las pupilas se le dilataron. ¿Cómo iba a detenerse ahora sumido en el placer más tormentoso y sensual que había sentido jamás?
Estaba fuera de sí. La embistió con más rudeza. La cama bamboleaba de un lado al otro. Él estaba encajado hasta el límite: el glande tocaba el cérvix de ella y lo estimulaba.
—No, Caleb. Creo... creo que voy a... —tuvo que morderse el labio para no gritar a pleno pulmón.
—Sí... —le susurró él abriendo los labios sobre el pulso de su garganta. —Vamos Eileen—la animó moviendo las caderas más rápido. —Déjate llevar... Va a ser bueno, ya verás...
—No —gritó. —Por Dios...
Ella tensó la espalda arqueándola por completo, elevó las caderas para encontrarlo y echó la cabeza hacia atrás lanzando un largo gemido. Se estaba corriendo.
Caleb perdió el control. Sintió cómo los músculos de ella lo engullían hacia dentro, como se contraían y lo apretaban masajeándolo hasta volverle loco. Llegó al orgasmo con ella. Mientras la cabalgaba rugió echando la cabeza hacia atrás, dejando que su melena negra acariciara sus hombros. Abrió la boca, miró el cuello expuesto de Eileen y le clavó los dientes aprovechando el largo orgasmo que sentían los dos. Ella era suya en cuerpo y mente.

domingo, 10 de abril de 2011

BENVINGUTS!

Un nou bloc que no se com collon fare anar...

suposo que a casi ningu li interessara jajaja pero me dona igual.. xD

Començaré animant a llegir, penjant un nou hobby, que persinapersonalment trobo excitant, emocionant, i fa que no hem puga desenganchar de la pantalla.. tal és que en porto 15 en uns dos mesos aproximadament... jajaj NOVELA ROMÀNTICA PARANORMAL... aki en va un trosset del que m'estic llegint actualment...


Necesitaba estar fuerte para el cambio. Y él tenía sufi­ciente sed como para dejarla seca.
La mano de Beth se deslizó hacia abajo hasta encontrar su erección.
É1 sacudió el cuerpo bruscamente, respirando con violen­cia. Su jadeó quebró el silencio en la habitación.
-Tú me deseas -dijo ella-. Y quiero que me tomes. Frotó la palma de la mano sobre su pene; el calor de la fric­ción le llegó con dolorosa claridad a través del cuero de sus pan­talones.
Sólo sexo. Podía hacerlo. Podía aguantar el deseo de sangre. ¿Pero estaba dispuesto a dejar la vida de la mujer en manos de su autocontrol?
-No digas que no, Wrath.
Luego se puso de puntillas y presionó los labios contra los suyos.
Juego finalizado, pensó él, oprimiéndola contra sí. Empujó la lengua dentro de su boca mientras la sujetaba por las caderas y colocaba el miembro en su mano. El gemido de sa­tisfacción de la mujer aumentó su erección, y cuando las uñas de ella se clavaron en su espalda, le fascinaron las pequeñas punza­das de dolor porque significaban que estaba tan ansiosa como él. La tendió sobre la cama en un abrir y cerrar de ojos, y le subió 1-a falda y rasgó las bragas con feroz impaciencia. La blusa y el sujetador no corrieron mejor suerte. Ya habría tiempo para delicadezas. Ahora se trataba de puro sexo.
Mientras besaba furiosamente sus pechos, se arrancó la ca­misa con las manos. La soltó el tiempo imprescindible para de­sabrocharse los pantalones y dejar libre su miembro. Luego en lazó con el antebrazo una de sus rodillas, le levantó la pierna, y se introdujo en su cuerpo.
La escuchó dar un grito ahogado ante la enérgica entrada, ti, su húmeda intimidad lo acogió, vibrando en un orgasmo. Él se quedó inmóvil, absorbiendo la sensación de su éxtasis, sintiendo sus palpitaciones íntimas.
Un abrumador instinto de posesión fluyó por su cuerpo. Con aprensión, se dio cuenta de que quería marcarla. Mar­carla como suya. Quería ese olor especial sobre la totalidad de su cuerpo para que ningún otro macho se le acercara, para que supieran a quién pertenecía, y que temieran las repercusiones de querer poseerla.
Pero sabía que no tenía derecho a hacer eso. Ella no era suya.
Sintió su cuerpo inmovilizarse debajo de él, y miró hacia abajo.
-¿Wrath? -susurró ella-. Wrath, ¿qué ocurre?
El vampiro intentó apartarse, pero ella le tomó la cara con las manos.
-¿Estás bien?
La preocupación por él en su voz fue lo que desencade­nó su fuerza desatada.
En una asombrosa oleada, su cuerpo saltó fuera del alcan­ce de su mente. Antes de poder pensar en sus acciones, antes de poder detenerse, se apoyó con los brazos y arremetió contra ella, con fuerza, penetrándola. El cabezal de la cama golpeó contra la pared al ritmo de sus empujones, y ella se aferró a sus muñecas, tratando de mantenerse en su sitio.
Un sonido profundo inundó la habitación, haciéndose cada vez más fuerte, hasta que advirtió que el gruñido proce­día de su propio interior. Cuando un calor febril se apoderó de toda su piel, pudo percibir esa oscura fragancia de la po­sesión.
Ya no fue capaz de detenerse.


Sus labios dejaron los dientes al descubierto mientras sus músculos se retorcían y sus caderas chocaban contra ella. Empa­pado en sudor, la cabeza dándole vueltas, frenético, sin respiración, tomó todo lo que ella le ofrecía. Lo tomó y exigió más, con­virtiéndose en un animal, al igual que ella, hasta llegar al más puro salvajismo.
Su orgasmo llegó violentamente, llenándola, bombeando en su interior, en un éxtasis interminable, hasta que se dio cuen­ta de que ella experimentaba su propio clímax al mismo tiempo que él, mientras se aferraban el uno al otro por su vida contra des­garradoras oleadas de pasión.
Fue la unión más perfecta que nunca había experimentado.